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sábado, 28 de mayo de 2011

PUNTO DE LLEGADA: EL FIN ÚLTIMO



Punto de llegada. El fin último

¿Hacia dónde se encamina ese humano andar constante e incesante?

Las causas finales están en el principio, y cuando algo se hace se hace para algo, incluso cuando parece que no se hace para nada. ¿Habremos de descubrir el fin y el destino del hombre en el hombre mismo? No cabe duda ninguna. Allí donde se encuentra lo más profundo de nuestra persona, allí donde se esconde lo más divino que hay en nosotros, allí donde el tránsito hacia Dios es menos brusco y la capa que nos separa de Él la más tenue, allí donde brota la fuente eterna de nuestros actos, allí donde radicalmente se es libre porque se es racional, allí, en el principio, está el fin.

Repitamos que el hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza, y que no es un ser pasivo. Su actividad habrá de consistir en cooperar a la acción perfectiva de Dios. Esta acción se dirige a hacer que la criatura posea una semejanza de imagen perfecta con Dios. Lo cual se logra por el conocimiento sobrenatural y el amor sobrenatural del mismo Dios.

Porque Dios es la Verdad, pero no la verdad en abstracto, sino una verdad personal a la que se ama de diferente modo como se ama a lo puro abstracto o simplemente a un objeto carente de alma racional. ¿Qué puede significar la amistad con un teorema, con una piedra, con un animal? Podrá haber amor, pero no amistad. Y el amor de caridad consiste en esto: en darse y ligarse a Dios en una mutua comente de unión espiritual, o sea en una cierta amistad del hombre con Dios.

El amor sobrenatural y el conocimiento sobrenatural, a que antes hacíamos referencia, son el último fin del hombre. Añadimos que ese amor sobrenatural es un amor de caridad a imagen y semejanza del que une a Dios Padre con el Hijo, no el amor frío, egoísta, que cabría en un intelectualismo estricto; porque la bienaventuranza no consiste ni en una actividad sensitiva ni en una actuación de la voluntad, sino en la actuación del entendimiento especulativo, si bien este conocimiento no es el propio de las ciencias humanas especulativas, sino una visión intuitiva de la esencia divina. Esta intuición es la única operación que puede satisfacer completamente a la voluntad.

He aquí la razón de que la felicidad humana resida en la consecución del último fin por el hombre, porque entonces desaparece absolutamente la insatisfacción, el vacío, la oquedad nostálgica, valga la expresión, del alma. En último extremo la educación es hacer felices a los hombres.

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