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lunes, 30 de mayo de 2011

RELACIÓN DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR Y EL PENSAMIENTO DE TOMÁS DE AQUINO


Creemos que el aporte más sustancial de Tomás de Aquino a la Educación Religiosa Escolar es todo su trabajo sobre las virtudes El buen manejo de éstas orientará al estudiante a un desarrollo integral de su vida.

Tener en la Educación Religiosa Escolar como base el componente axiológico ayudará a la obtención de uno de sus objetivos: el desarrollo integral y la sana relación  con los demás y con Dios. En el caso del doctor angélico: el perfeccionamiento del hombre, y su fin que está en Dios. El hombre se encuentra en el orden sobrenatural por la gracia divina, merced a la cual alcanza un estado de perfección al que no puede llegar por sí mismo, pero ninguna esfera de la actividad humana se puede comprender sin la referencia de lo humano hacia Dios.

Tomás de Aquino cree que las virtudes son el tránsito del hombre hacia Dios, hacia él tiende. En el caso de la ERE las virtudes son el proceso o el recorrido para la perfección del hombre. En este sentido para la Educación Religiosa Escolar son los fundamentos de la vida cristiana y están dados para el desenvolvimiento en la comunidad, son los que estimulan la fraternidad y la dimensión de la donación.

Tanto en Tomás de Aquino como en la ERE se plantea la educación como un perfeccionamiento del ser humano. Sin duda el hombre es la base de todo el trabajo en la Educación Religiosa Escolar, igualmente para santo Tomás en quien el objetivo supremo del hombre es la visión de Dios en la otra vida, es decir, un conocimiento puramente intelectual y directo de Él.

sábado, 28 de mayo de 2011

RELACIÓN DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR CON EL PENSAMIENTO DE TOMÁS DE AQUINO




Creemos que el aporte más sustancial de Tomás de Aquino a la Educación Religiosa escolar es todo su trabajo sobre las virtudes. El buen manejo de éstas orientara al estudiante a un desarrollo integral de su vida.

Tener en la Educación Religiosa Escolar como base el componente axiológico ayudará a la obtención de uno de sus objetivos: el desarrollo integral y la sana relación  con los demás y con Dios. En el caso del doctor angélico: el perfeccionamiento del hombre, y su fin que está en Dios.  El hombre se encuentra en el orden sobrenatural por la gracia divina, merced a la cual alcanza un estado de perfección al que no puede llegar por sí mismo, pero ninguna esfera de la actividad humana se puede comprender sin la referencia de lo humano hacia Dios.

Tomás de Aquino cree que las virtudes son el tránsito del hombre hacia Dios, hacia él tiende. En el caso de la ERE las virtudes son el proceso o el recorrido para la perfección del hombre. En este sentido para la Educación Religiosa Escolar son los fundamentos de la vida cristiana y están dados para el desenvolvimiento en la comunidad, son los que estimulan la fraternidad y la dimensión de la donación.

Tanto en Tomás de Aquino como en la ERE se plantea la educación como un perfeccionamiento de ser humano. Sin duda el hombre es la base de todo el trabajo en la Educación Religiosa Escolar, igualmente para santo Tomás en quien el objetivo supremo del hombre es la visión de Dios en la otra vida, es decir, un conocimiento puramente intelectual y directo de Él.

¿QUÉ ES LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR?

LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR

La Educación Religiosa Escolar consiste en promover el desarrollo y crecimiento integral del niño, sus actitudes, valores y su visión de la vida en relación con los demás y con Dios. Proporciona respuestas a las grandes preguntas que todos nos hacemos en nuestro interior: ¿quién soy yo? ¿para qué he nacido? ¿cuál será mi fin? ¿cómo ser coherente?. Establece el diálogo con la cultura, como una oferta escolar necesaria para que los estudiantes conozcan las raíces cristianas de la civilización occidental y, en concreto, de la cultura española.

La Educación Religiosa Escolar trabaja con el hombre en su formación humana, descubriendo el sentido de la vida y la visión del mundo. De ahí que su objetivo sea estimular desde un conocimiento de la fe una relación y un diálogo del hombre consigo mismo, con el mundo, con los otros y con Dios.

La educación en general cuenta con una dimensión religiosa, ésta proporciona bases para un mejor desenvolvimiento en la sociedad, hace que se vea el sentido de trascendencia y optimiza los valores que son necesarios para la sana convivencia. Es establecer la relación entre evangelio y cultura, el conocimiento de estos elementos hacen que el niño madure críticamente su experiencia de Dios hasta alcanzar una convicción de lo que realmente es la relación con Dios.

La Educación Religiosa Escolar pretende integrar en la personalidad el saber de la fe dentro de los demás saberes. De ahí, que la actitud crítica sea importante. En definitiva, es crear una actitud cristiana en el interior de las personas para vivir realmente el camino del bien, de la donación a los demás.

Las virtudes son fundamentales como pilares de la construcción del hombre. El evangelio es fuente de luz y discernimiento. Con la persona de Jesucristo el alumno puede conocer y vivir los valores que forman parte del proyecto de Dios para la humanidad: la dignidad, el amor, la paz, la solidaridad, la justicia, la libertad. El anuncio de Jesucristo hace posible la plenitud y la orientación de la vida, respondiendo a una de las necesidades más profundas del ser humano, "la nostalgia de infinito", que le lleva a buscar a Dios. El trabajo desde las virtudes hace que el hombre discierna su opción fundamental y se encamine por el camino del amor, de la solidaridad y de la sana relación con los demás.

Por último, podemos decir que la Educación Religiosa Escolar estimula la capacidad moral y espiritual de la persona, crea una auténtica cultura del amor, de la verdad, del bien, de la libertad y del progreso.




PROCESO DE LA EDUCACIÓN: LAS VIRTUDES


EL PROCESO DE LA EDUCACIÓN: LAS VIRTUDES 
Volvamos a insistir en el concepto de educación. ¿No podríamos decir que consiste en lograr una capacitación del hombre para que adquiera su perfección?

Ahora bien, el hombre llega a su perfección cuando ha alcanzado su fin, así como cualquier cosa es perfecta cuando ha logrado adquirir plenamente su bien, que es el fin para el que ha sido hecha. Aunque parezca un contrasentido, diremos que el hombre se perfecciona llegando a ser lo más hombre que se pueda ser, llegando a ser el hombre ideal. Y el hombre ideal será aquel que use mejor de sus mejores facultades.

El buen uso de una facultad se logra por la virtud, que es «una cualidad del alma por la cual vivimos rectamente y de la que no puede usarse mal».

La virtud es el medio para alcanzar el fin último, pero como éste sobrepasa a toda naturaleza creada, ninguna criatura puede llegar a él sin realizar un movimiento que allí la conduzca.

Sin embargo, ¿puede el hombre alcanzar ese bien supremo, que es su fin último, a que naturalmente aspira y que se esfuerza por lograr? En otros términos, ¿es posible la educación?; y en caso afirmativo, ¿cómo es posible? ¿Puede el hombre realizarlo él solo? ¿Cuáles son los principales obstáculos que se oponen a ello?

¿Qué clase de ayuda necesita?

Es posible la educación porque el hombre puede alcanzar el fin último a que está ordenado. Pero la beatitud no puede lograrse en esta vida, la cual, precisamente por eso, no es otra cosa que un camino, una conducción, una educación que halla su meta en la otra, allá donde el hombre logra su perfección completa. Ha de tenerse siempre como norte esa meta; ha de haber además un guía; y por último es necesaria una ayuda que haga posible la ascensión y que sostenga al hombre en su esfuerzo catártico.

Esta ayuda viene proporcionada por la gracia, que da Dios al hombre por dos motivos: Primero, por ser una criatura caída; de lo contrario, no, podría nunca librarse del pecado. Segundo, por estar destinado el hombre a un fin sobrenatural, pues si no de ningún modo lograría elevarse hasta él.

Por consiguiente, hay en la educación unos medios externos: la gracia y la ayuda de los demás hombres, y otros internos, que son las virtudes.

Nos interesan ahora solamente los medios internos.

Causa de las virtudes

Todas las virtudes están en nosotros naturalmente como aptitud, incoadas, pero no perfectamente, excepto las teológicas que nos vienen totalmente de fuera. Lo natural al hombre puede tomarse en dos sentidos: a) natural a la especie; b) natural al individuo. Lo que conviene al hombre según alma racional le es natural según la razón de especie. Lo que le conviene según la determinada complexión del cuerpo le es natural según la razón de individuo.

En uno y otro caso la virtud es natural al hombre, pero en estado de incoación y no de consumación, porque en el primer caso tiene naturalmente ciertos principios tanto de las cosas cognoscibles como de las agibles, principios que son como semillas de las virtudes intelectuales y de las morales, y en el segundo caso, por la disposición del cuerpo, unos están mejor dispuestos que otros para ciertas virtudes. Así uno tiene aptitud natural a la ciencia, otro a la fortaleza, otro a la templanza.

Luego tanto las virtudes morales como las intelectuales proceden de ciertos principios naturales preexistentes en nosotros. Las virtudes teológicas nos son infundidas por Dios en lugar de esos principios.

Hay personas que tienen más aptitud para la virtud que otras. Así por ejemplo aquellas que no les cuesta gran esfuerzo el ser buenas. En este caso, la virtud se desarrolla de un modo suave y sin demasiada coacción exterior. En cambio, en las otras, en las que la resistencia a la virtud es ostensible, la educación ha de hacerse empujando desde afuera. Para ello es necesaria la ley, la coacción, la fuerza, por tal de sostener las almas derechas, procurando que con el ejercicio venga la habituación y con ella la virtud.

El tratado de la ley de Santo Tomás, desde el punto de vista que enfocamos aquí es principalmente una refutación anticipada de las teorías rusonianas que consideran bueno naturalmente al niño, y a la sociedad como su corruptora. Para Rousseau la educación consiste en dejar que las fuerzas naturales desarrollen su buena obra; la ley sobra; más aún, la ley es nociva.

Crecimiento de las virtudes

Pero ¿hay un más y un menos en la virtud?
Las virtudes pueden ser mayores o menores, más excelentes o menos, consideradas unas respecto de otras, pero nunca cuando se las mira en sí mismas.

Tomada una virtud respecto de otra diferente es más excelente la que se aproxima en mayor grado a la razón, porque la razón tiene un objeto más elevado que el apetito (un efecto es tanto mejor cuanto más próximo se halle de la causa).

Tomada en su misma especie, la virtud se llama mayor por la magnitud de las cosas a que se extiende, pero no por ella misma, pues «la razón de virtud sólo admite lo máximo» 

Sin embargo, también puede ser considerada en relación al sujeto que de ella participa y entonces la magnitud de la virtud depende de las diversas épocas en un mismo sujeto, o bien de los diferentes sujetos, que pueden estar mejor o peor dispuestos, ya sea por la asiduidad, ya sea por disposición natural.

A pesar de ello las virtudes participadas por un sujeto tienen una igualdad de proporción como los dedos de la mano –dice Santo Tomás– que no son todos del mismo tamaño, pero crecen proporcionadamente.


Las virtudes intelectuales

No podemos en un artículo, por mucha extensión que se le quiera dar, referirnos a todas las virtudes –dignas de un estudio profundo como el que realiza Santo Tomás–, ni siquiera analizar satisfactoriamente una sola clase de ellas.

A modo de ejemplo examinaremos someramente las intelectuales.
Cinco son las virtudes intelectuales: la sabiduría, la ciencia, la inteligencia, el arte y la prudencia.

El entendimiento tiene como objeto propio lo verdadero, que puede presentarse bajo dos aspectos: patente por sí mismo y patente por otra cosa. En el primer aspecto es captado por la inteligencia, y así se llama inteligente (intus legere, leer dentro) a quien penetra rápida y directamente en una cosa, en un problema, en una cuestión.

En el segundo aspecto lo verdadero es percibido, no inmediatamente por la inteligencia, sino por una búsqueda de la razón, lo cual implica un discurso. Y en este caso puede ocurrir que esto último que se busca y que condiciona todo lo demás sea lo último en algún género determinado de cosas cognoscibles, o bien que sea lo último respecto de todo conocimiento humano. En el primer caso tenemos la ciencia; en el segundo la sabiduría.

«Y puesto que 'las cosas que son posteriores en evidencia para nosotros son anteriores y más evidentes por su naturaleza' (como dice Aristóteles –Física, libro I, text, 2 y 3), así lo que es último respecto de todo conocimiento humano es aquello que por su naturaleza es primero y cognoscible en el más alto grado. Sobre esto versa la sabiduría 'que busca las causas más profundas'» (Aristóteles - Metaf. Libr. 1, cap. 1 y II)»

Por consiguiente hay diversas ciencias porque hay diversos géneros de cosas cognoscibles. La ciencia –episteme– es un estar encima: conocer muchas cosas sin desorden, pero sin unidad. En cambio sólo hay una sabiduría porque sólo hay una primera causa. Ese saber de la primera causa es la «sapientia», la ciencia sápida. Porque la sabiduría es el conocimiento supremo, luz que ilumina y vivifica los conocimientos particulares, penetración aguda de todas las cosas por medio de esa visión, perspectiva grandiosa que resulta poética y, artística. Es la síntesis aplicada desde las altas cumbres. Es la filosofía. La metafísica llega a ser entonces algo vivo, y el metafísico, el que conoce lo que las cosas son viviéndolas y haciéndolas vivir en él.

Al lado de estas tres virtudes que arrancan de hábitos intelectuales especulativos, hay otras dos: el arte y la prudencia, que pertenecen al entendimiento práctico.

El arte consiste en la recta razón que conduce a hacer una obra bien hecha en sí, independientemente del apetito. Es, pues, la recta razón de lo factible –poietike–. La prudencia, por su parte, es la recta razón que lleva a hacer una obra buena exigiendo el apetito recto por parte del sujeto. Es, pues, la recta razón de lo agible –praktike.

Se puede apreciar en seguida que estas dos virtudes tienen algo de común y algo de diferente. Lo común estriba en la recta razón. Tanto el arte como la prudencia radican en la razón que ha de ser recta, pero mientras en el arte la razón se dirige hacia el bien de la cosa producida o hecha, en la prudencia va más allá y perfecciona al hombre.

El arte consiste en hacer una cosa bien hecha; la prudencia en hacer una cosa moralmente buena, en cuanto el hombre es un ser libre. La cosa queda clara si decimos que la expresión «agere librum» y «facere librum» no son equivalentes; más aún, la primera expresión es absurda.

La prudencia es una virtud importante entre las importantes y necesaria al hombre porque le dirige hacia su fin prestando los medios debidos y convenientes, ya que en el obrar bien interesa no sólo lo que se hace, sino también de qué modo se hace.

En todo caso la labor educadora consistirá en favorecer el desarrollo de los gérmenes de virtud que naturalmente tiene el hombre, provocando y conduciendo las facultades aletargadas hacia el perfeccionamiento que quepa en cada educando.

Sobre todo es necesario que el sujeto de la educación actúe, sobre sí mismo bajo una dirección adecuada, de tal modo que no se convierta en un almacén, sino que él mismo sea un sistema de máximas, de principios y de conocimientos, urdidos íntimamente entre sí y con su espíritu para constituir una unidad, una armonía que no por eso podrá llevar al alma a ese reposo y a esa tranquilidad anheladas, puesto que esto sólo puede lograrse cuando la unidad y la armonía devienen unidad y armonía perfectas en la contemplación de la Verdad.

Así no interesa tanto el que el educando reciba un cúmulo de conocimientos (eso sería pura instrucción), como el que sea capacitado para adquirirlos por su cuenta (eso sería la educación propiamente dicha).

Y eso ha de procurarse por el ejercicio, partiendo de aquellas semillas. La educación es un cuidado de esos frutos potenciales, un especial cuidado para que no se malogren.

Y el cuidado ha de ser proporcionado a todos los factores que llevamos enumerados. De lo contrario se aboca a una educación exclusivista e inesencial; exclusivista porque se centra en uno de los varios aspectos que encierra la naturaleza humana; inesencial porque no se fija en lo que constituye la esencia del hombre.

La educación es producto de tres factores: el hombre, la sociedad y la gracia. Los tres factores, discernibles por el intelecto, son en realidad inseparables en su actuación. He aquí los tres medios indispensables para este proceso educativo del hombre que ha de conducirle hacia la suma perfección y felicidad.

Habría que dilucidar la respectiva importancia y los límites que Santo Tomás concede a cada uno de ellos. Hemos seguido a grandes rasgos y de un modo incompleto lo que puede hacer el hombre por su salvación; han quedado dos grandes cuestiones sin tratar: ¿Qué puede hacer la sociedad? ¿qué la gracia o el magisterio de Cristo?

PUNTO DE LLEGADA: EL FIN ÚLTIMO



Punto de llegada. El fin último

¿Hacia dónde se encamina ese humano andar constante e incesante?

Las causas finales están en el principio, y cuando algo se hace se hace para algo, incluso cuando parece que no se hace para nada. ¿Habremos de descubrir el fin y el destino del hombre en el hombre mismo? No cabe duda ninguna. Allí donde se encuentra lo más profundo de nuestra persona, allí donde se esconde lo más divino que hay en nosotros, allí donde el tránsito hacia Dios es menos brusco y la capa que nos separa de Él la más tenue, allí donde brota la fuente eterna de nuestros actos, allí donde radicalmente se es libre porque se es racional, allí, en el principio, está el fin.

Repitamos que el hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza, y que no es un ser pasivo. Su actividad habrá de consistir en cooperar a la acción perfectiva de Dios. Esta acción se dirige a hacer que la criatura posea una semejanza de imagen perfecta con Dios. Lo cual se logra por el conocimiento sobrenatural y el amor sobrenatural del mismo Dios.

Porque Dios es la Verdad, pero no la verdad en abstracto, sino una verdad personal a la que se ama de diferente modo como se ama a lo puro abstracto o simplemente a un objeto carente de alma racional. ¿Qué puede significar la amistad con un teorema, con una piedra, con un animal? Podrá haber amor, pero no amistad. Y el amor de caridad consiste en esto: en darse y ligarse a Dios en una mutua comente de unión espiritual, o sea en una cierta amistad del hombre con Dios.

El amor sobrenatural y el conocimiento sobrenatural, a que antes hacíamos referencia, son el último fin del hombre. Añadimos que ese amor sobrenatural es un amor de caridad a imagen y semejanza del que une a Dios Padre con el Hijo, no el amor frío, egoísta, que cabría en un intelectualismo estricto; porque la bienaventuranza no consiste ni en una actividad sensitiva ni en una actuación de la voluntad, sino en la actuación del entendimiento especulativo, si bien este conocimiento no es el propio de las ciencias humanas especulativas, sino una visión intuitiva de la esencia divina. Esta intuición es la única operación que puede satisfacer completamente a la voluntad.

He aquí la razón de que la felicidad humana resida en la consecución del último fin por el hombre, porque entonces desaparece absolutamente la insatisfacción, el vacío, la oquedad nostálgica, valga la expresión, del alma. En último extremo la educación es hacer felices a los hombres.

PUNTO DE PARTIDA: EL HOMBRE


Punto de partida: El hombre

¿Qué es el hombre para Santo Tomás? El Santo Doctor parte de las palabras del Génesis: «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza». A su imagen, porque posee algo parecido a Dios: su alma. A su semejanza, porque aunque parecido tiene algo que le diferencia: su alma no es espíritu puro.

En este concepto el hombre adquiere una excelsa condición y una elevada dignidad sobre todos los seres creados si exceptuamos a los ángeles. El hombre no es Dios, no es tampoco un ángel, pero ocupa una posición intermedia entre éste y los demás seres creados. Es una criatura de Dios en tensión natural hacia Él; compuesta de cuerpo y de alma; ésta de naturaleza simple, racional y libre, capaz de comprender a Dios por su inteligencia y de amarle por su voluntad.

Condición esencial del hombre es su libre albedrío. Esto es su gloria, aunque también haya sido su ruina, porque la voluntad libre le hizo caer en el pecado, en la repudiación, en el castigo. Adán y Eva pecaron contra la ley divina, y este pecado original fue un relajamiento, un desarreglo, que radicando en la naturaleza humana, ha gravitado sobre todos los hombres. El hombre, pues, es un noble ser caído, desterrado, perdido por esa mancha persistente que ha debilitado, aunque no destruido, la inclinación de su naturaleza hacia el bien, conduciéndolo a la ignorancia, a la malicia y a la concupiscencia.

Ante esta situación sólo se abre una esperanza: la de que Dios mismo se ofrezca para redimir la culpa de su criatura. Por eso pueden distinguirse tres fases en el proceso vital de la Humanidad: el estado de inocencia; el estado de destierro por el pecado; y el estado de redención.

Dios salva al hombre y con ello hace posible la educación. Él es el educador en cuanto gobierna las cosas conduciéndolas a su fin último.

Pero el hombre no es un ser estático, pasivo, sino que actúa en él, desde lo más profundo de su ser, el apetito. Es por consiguiente un ser en tensión permanente hacia su propio fin natural, hacia su bien, es decir, hacia su plena realización. Aspira de una manera necesaria a levantarse; pugna por elevar su mirada a lo alto, por despegarse de la cárcel en que ha quedado aprisionado, por remontar el vuelo hacia las grandes alturas.

Método de la Educación

MÉTODO DE LA EDUCACIÓN EN TOMÁS DE AQUINO

La educación supone siempre un tránsito, un proceso, una transformación, un pasar de un estado que se considera imperfecto, incompleto, provisional, a otro que es estimado como más perfecto, valioso y mejor. En la educación hay un punto de partida y uno de llegada. El punto de partida es el hombre. El punto de llegada es el fin, las virtudes es el recorrido o proceso para llegar al fin. 


Qué es la educación


El tema de la educación se puede ver a lo largo de toda la producción literaria de Tomás de Aquino. Podemos decir que lo que el doctor angélico presenta con relación a la educación es su fin, el fin de la educación, que apunta a la relación con el fin natural y sobrenatural de la existencia personal del educando. Tomás de Aquino se pregunta ¿para qué educamos?    
Y la respuesta a simple vista es para la perfección del hombre que es su bienaventuranza, en otras palabras el arte de ensenar es hacer que el hombre sea virtuoso, educación y hombre son dos realidades mezcladas.

La Educación gira en torno a dos ejes: uno natural de orden axiológico y tiene que ver con las virtudes humanas intelectuales o morales. El otro eje es el sobrenatural y soteriológico, que tiene que ver con la salvación y por tanto con la gracia que exige una naturaleza bien dispuesta y dócil a la acción del Espíritu Santo. En definitiva, la educación para Tomás de Aquino es la realización del hombre que tiende a Dios como su fin último.

La Educación en Santo Tomás de Aquino

Propuesta Pedagógica


La propuesta pedagógica de santo Tomás de Aquino está basada en la perfección del hombre, ésta es su bienaventuranza. En el doctor angélico se puede ver un proceso de perfeccionamiento en el que el último término es Dios, éste es el que le permite al hombre evitar los errores y es el que lo conduce hacia él mismo. En este proceso o recorrido de perfeccionamiento el hombre debe descubrirse habitado por Dios, creado por él. Aquí el fin natural al que toda educación debe apuntar es la formación del carácter o del ethos que es un conjunto de hábitos operativos que son como el ornato de la naturaleza. El hombre no es una naturaleza desnuda sino una naturaleza revestida, si se nos permite la expresión, revestida de los hábitos virtuosos que se van adquiriendo, por obra de la educación, precisamente, en el curso de la autorrealización del hombre.

Las virtudes serán las adecuadas para llevar al hombre a su realización en Dios, de ahí, que sean necesarias para la vida. Este proyecto es lo que vamos a presentar a continuación en los siguientes apartados.

Datos Biográficos


Tomás de Aquino nació en 1224 en el castillo de Roccasecca dentro de una familia noble y numerosa de Italia. Su educación se da a partir de los cinco años de edad en la abadía de Montecasino de la cual era abad su tío. Allí recibió una educación ordinaria basada en gramática, latín, música, moral y religión. En 1239 es enviado a la universidad de Nápoles donde decide ingresar a la Orden de Predicadores (Dominicos). Posteriormente viaja a París donde estudia con san Alberto Magno, su tutor. Después de varios años de estudio recibe la licencia para enseñar teología en la corte pontificia en Italia. Tras varios años de enseñanza decide retirarse de ella y es absorbido por una vida mucho más mística en la que tendrá experiencias igualmente místicas. En 1274 mientras iba de viaje de Nápoles a Lyon para celebrar el II Concilio de Lyon convocado por el papa Gregorio X muere a la edad de 50 años.        

Santo Tomás escribe su obra cumbre entre 1252 y 1272. En esos veinte años desarrolla una ingente actividad productiva cuya máxima expresión es la "Suma Teológica", pero que está plagada de numerosas y pequeñas obras en forma de comentarios, "cuestiones libres" y "cuestiones disputadas", fundamentalmente, en el más puro estilo del tratamiento escolástico de los temas filosóficos y teológicos.

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Aquí encontrarás lo más relevante sobre la teoría de la educación de Tomás de Aquino y su relación con la Educación Religiosa Escolar.

Queremos presentar la propuesta hecha por Tomás de Aquino sobre la educación, principalmente lo que tiene que ver con las virtudes como componente vital para la Educación Religiosa Escolar. Es decir, haremos una relación de lo que él concibe como educación y tomaremos el tema de las virtudes como la fundamentación del proyecto de Educación Religiosa Escolar. De esta forma, presentaremos la importancia de las virtudes para la formación integral de los niños que asisten a la escuela y que optimizan su desarrollo.  

Encontraremos enlaces que dirigirán al lector a otras tendencias pedagógicas y su relación con la Educación Religiosa Escolar. Esperamos que sea útil para aquellos que están interesados en investigar sobre la Educación Religiosa Escolar.